Hay canas que no se pueden ocultar

Mujer mayor mostrando un selfie.
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05.16.2025

Las canas son el resultado del paso del tiempo, el primer síntoma externo de que nos hacemos mayores. Surgen por la pérdida de melanina en el pelo y todos hacia los 55 años, con el pelo gris, comenzamos a formar parte de la cohorte que se conoce como generación plateada (silver generation), precisamente por el color plata de las canas. Las mujeres (y algunos hombres) las ocultan y es muy respetable, aunque en este artículo lo que busco en enseñar el efecto de las canas en las mujeres en el mercado laboral. Un efecto muy poco estético.

Las diferencias que existen entre hombres y mujeres han sido un tema habitualmente abordado en los análisis de todo tipo desde sociales a educativos pasando siempre por los laborales. Sin embargo, el cruce de edad y género no ha tenido la misma consideración; de hecho, podemos considerar como inédito el estudio de medición de la presencia de la mujer mayor de 55 años en el mercado laboral que ha promovido el centro de investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE.

Las conclusiones del mismo no son alentadoras porque evidencian que persisten cinco importantes brechas entre los hombres y las mujeres seniors. En concreto esas cinco diferencias perjudican a las mujeres de 55 años de la siguiente manera: trabajan menos que los hombres de su edad, tienen menores salarios que ellos, mayores tasas de desempleo, hay muchas menos mujeres gerentes que hombres senior y también menos mujeres emprendedoras de 55 años. Todo esto tiene un impacto en las pensiones de esas mujeres que al tener menores bases de cotización optan a unas más bajas pensiones que los hombres.

Si ponemos el foco en cada una de las anteriores, aunque sea someramente se entenderá mejor cómo la discriminación contra las mujeres en el mercado laboral es mayor entre el colectivo de los seniors.

En lo referente al empleo de las mujeres seniors, si usamos como indicador la tasa de actividad, es decir el porcentaje de mujeres que trabajan, el análisis de la cohorte de 55 a 69 años permite concluir que, en este grupo de edad la brecha de género es evidente teniendo tasas de trabajo por cuenta ajena las mujeres inferiores en casi 10 puntos a los hombres. En el caso de que usemos la tasa de desempleo el resultado es que el paro femenino senior es cinco veces mayor que el de los hombres.

En el trabajo por cuenta propia sucede que está mucho más extendido entre los hombres que entre las mujeres. Hay solo 365.000 mujeres autónomas frente a 673.000 hombres trabajando por cuenta propia. Este diferencial se mantiene en todas las cohortes de edad de la población sénior, pero crece la brecha conforme avanzan los años de vida laboral y nos acercamos a la edad de jubilación legal.

La brecha salarial entre hombres y mujeres prácticamente es nula en las edades inferiores a los 44 años, pero a partir de esa edad es de dos cifras siendo un 27% entre los seniors de mas de 65 años. Sin duda, la discriminación salarial de las mujeres senior estropea el avance que ha experimentado nuestro país en este campo.

Por último, es especialmente significativa la diferencia que existe en la categoría de directores y gerentes a partir de los 55 años. No son muchos porque, lógicamente, los puestos de la alta dirección son reducidos (239.800), pero hay dos veces y media más hombres (172.900) que mujeres (66.900) en esta categoría, cuando como todos sabemos hay más mujeres que hombres a partir de los 55 años.

Al mismo tiempo nuestro informe detecta algunos datos para la esperanza. Hay más mujeres seniors funcionarias que hombres y en general tienen una mayor preparación las mujeres de esa edad. También las tasas de crecimiento de la población activa senior femenina son mayores que las de los hombres y lo mismo sucede con su ratio de emprendimiento, lo que puede indicar un mejor futuro. En cualquier caso, lo que toca ahora es no ocultarlo (como las canas) y seguir contando este edadismo de la mujer senior del que tan poco se habla.

Iñaki Ortega Cachón
Director general de LLYC en Madrid y consejero del centro de investigación Ageingnomics de Fundación MAPFRE