Okinawa y su secreto de longevidad y empatía

La práctica del Ikigai o tener un propósito en la vida
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06.16.2022

Existen ciertos lugares en el mundo, llamados zonas azules, en los que sus habitantes comparten una serie de características, entre ellas, que viven muchos más años que en ningún otro lugar del planeta. Una de estas zonas azules se encuentra en Japón, concretamente en Okinawa, un archipiélago compuesto por 160 islas bañadas por el Océano Pacífico.

Por cada 100.000 habitantes, Okinawa tiene 68 que superan los cien años de edad, más de tres veces la proporción que se da en algunas de las poblaciones del mismo tamaño en Estados Unidos. Destacan incluso para los estándares de Japón, pues tienen un 40% más de probabilidades de superar el siglo de vida que los del resto de zonas del país.

Se trata de uno de esos lugares mágicos en los que la mayor parte de su población supera los cien años y, además, lo hacen con un estado de salud excelente.

Por esto, Okinawa se ha convertido en objeto de estudio para multitud de expertos de diferentes campos, como el de la nutrición, la psicología o los negocios. Tanto que las primeras investigaciones sobre su población centenaria se remontan a 1975. La pregunta siempre es la misma: ¿por qué son tan longevos? Y, ¿cómo podemos aprender de ellos?

La práctica del Ikigai o tener un propósito en la vida

Sus habitantes practican el ikigai, una herramienta que les ayuda a encontrar su propósito en la vida. Tener un propósito definido les ayuda a estar más felices y tener más claras sus decisiones: lo que hacen en su día a día se alinea con lo que quieren de verdad. Después de analizarlo, muchos expertos afirman que tener un propósito puede significar hasta siete años más de vida.

Puede que, sin saberlo, sean defensores de esa nueva era de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. La sociedad favorece que las personas mayores se mantengan ocupadas y activas. Los ancianos hacen ejercicio físico de forma habitual, tienen responsabilidades familiares y, a diferencia de otras partes del mundo, siguen enfocados en aportar un valor a la sociedad. Un ejemplo lo encontramos en las mujeres ancianas. Es muy común que se dediquen a tejer y limpiar tejidos típicos. De esta forma, invierten su tiempo en tareas productivas y contribuyen a la economía de la isla.

Además, la espiritualidad japonesa, basada en el recuerdo de los ancestros, les ayuda a llevar una vida más relajada, con menos estrés.

Una comunidad unida, activa y saludable 

Los habitantes de Okinawa no solo son centenarios, sino que, además, llegan a esta edad en muy buenas condiciones de salud. Tienen una de las tasas más bajas en alzhéimer y menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

Su dieta está basada en verduras y legumbres, es baja en calorías y rica en nutrientes. Además, priorizan las actividades que se pueden hacer al aire libre, aprovechando todos los beneficios que aporta la vitamina D, sobre todo para los huesos.

Destaca también la importancia que le otorgan a las relaciones de amistad. Forman grupos de amigos, llamados moais, en los que se comprometen a cuidarse siempre entre ellos, tanto en el terreno emocional, como en el social y el económico. Crean comunidades muy unidas, en las que es importante el yuimaro o círculo de las relaciones, cultivan huertos familiares y el respeto hacia los ancianos es un valor incondicional. No solo los empoderan, sino que celebran grandes fiestas cuando estos cumplen años.

Como resultado, estas actividades, junto a otras como la pesca o las puramente laborales, mantienen a las personas ocupadas hasta edades muy avanzadas.

Probablemente necesitemos muchos años más para entender cuáles son los ingredientes que hacen de la población de Okinawa una de las más longevas del mundo y poder así trasladarlo a nuestra sociedad; pero parece que vivir con un propósito y mantenernos activos pueden ser algunos de los elementos más importantes de la fórmula.