Microrrelatos:
Pino
Y sueña que es una pasajera del Valbanera, el barco que, a principios del siglo XIX surcaba el Atlántico, desde Barcelona hasta las Antillas, con escala en las Islas canarias. En su sueño, Pino sabe que, después de un mes de trayecto, marcado por la tranquilidad, el barco zarpa de Santiago de Cuba con destino a la Habana, conociéndose la inminencia de un huracán. Pero ella, al igual que su padre meses antes, es feliz a bordo de este navío que la trasladará a su nueva vida, a un nuevo comienzo, a un destino por descubrir. En su sueño, Pino piensa que se reencontrará con su padre, y que lo abrazará, y que le dirá que está preparada para ésta y para muchas aventuras más. Pero no sabe que el barco con el que sueña está realizando el último trayecto de su vida. El buque no puede esquivar la tormenta, y naufraga, llevándose consigo las vidas de muchos pasajeros. Y la Pino de dentro del sueño grita, y corre, y alza las manos para impedir que el agua se la lleve junto con los otros pasajeros. Y, por un instante, tiene miedo, y sabe que no podrá abrazar a su padre, y que no podrá pasar las aventuras prometidas, puesto que el agua es más fuerte que ella, y ésta ha decidido que era el momento de hacer zozobrar esta embarcación que se creía más lista que el mar.
Un pitido la despierta de sopetón, y Pino abre los ojos para comprobar, aliviada, que no es una de las 488 personas que perdieron la vida en el último trayecto del Valbanera, y de quienes jamás se encontraron los cuerpos. Comprueba, contenta, que está llegando a la Gare de Lyon, y que su trayecto ha sido mucho menos accidentado y peligroso que el que ha vivido de forma onírica. Se deja impregnar por las imágenes de la estación, que cada vez son más lentas, más reales, más consistentes. Cuando la gran máquina finaliza su trayecto, Pino se pone en pie, recoge sus cosas, y sale del vagón. Echa un vistazo a derecha e izquierda, para comprobar que una chica de cuello esbelto y cintura de avispa la está esperando, impaciente, con un cartel dónde está escrito su nombre. Pino, lentamente, se acerca a ella, y la muchacha, con una sonrisa acelerada, le indica que es tarde y que deben irse.

Vocifera la chica, con voz de terciopelo.
Sin rechistar, Pino la sigue a paso seguro, esquivando a la multitud, y cogen el primer taxi que encuentran a la salida.
En el coche, Pino recibe la llamada de su representante.
Supongo que ya estás en París. No entiendo porqué esta vez no has podido coger un avión, como siempre. En tren es muy justo, y el desfile es dentro de dos horas.
La regaña Eire, con voz de enfado.
Me apetecía esta vez tomar el tren. Tranquila, que llego a tiempo.
Contesta Pino.
No tiene ganas de discutir con Eire más de lo necesario. Tampoco entendería el porqué esta vez ha querido viajar en tren. Pino busca dentro de su bolso el billete que ha usado para llegar a París. Sabe que quiere coger tantos trenes como le sean posibles. Y sonríe.