Hasta hace algún tiempo, dividíamos el ciclo de vida de las personas en tres fases muy diferenciadas: primera edad o infancia, segunda edad o edad adulta y tercera edad o vejez, que empezaba a partir de los 65 años. A partir de ahí, todo se denominaba tercera edad, y ya eras mayor.
Pero, en esta nueva era que nos acontece, con las novedades en la atención sanitaria, los nuevos descubrimientos de biomedicina y los cambios en nuestro estilo de vida, lo natural es que las personas lleguen a esta tercera edad en perfectas condiciones tanto física, como mentalmente. Entonces, ¿tiene sentido seguir diciendo que pertenecemos a un grupo de edad avanzada por el mero hecho de cumplir esos años? La realidad es que no.
Bienvenida la cuarta edad
Las lenguas llevan en constante cambio desde sus orígenes y las nuevas situaciones, la evolución, requieren nuevas fórmulas que adapten estos cambios también a la manera que tenemos de comunicarnos. Y una transformación tan acentuada en nuestra forma de vivir, no podía ser diferente.
¿Cómo? Introduciendo un nuevo término que siga al de tercera edad y que sirva para referirse a los mayores de 80 años: se trata de la cuarta edad.
Este nuevo reconocimiento, el de la cuarta edad como una etapa diferenciada en la vida, es una noticia muy esperanzadora por dos grandes razones. En primer lugar, nos permite enfrentarnos a las necesidades de cada grupo etario de manera diferenciada, ofreciendo respuestas que se adecúen a cada uno de ellos. Y, por otro lado, nos damos cuenta de que el cambio, por fin, empieza a ser palpable. Nos alejamos de ese estereotipo de tercera edad como última vejez, para comprender que no es más que otra etapa de la vida en la que nuestras capacidades siguen al cien por cien y podemos continuar estando activos. Nos quedan muchos años por vivir.
El concepto de vejez también está cambiando
Ya veníamos advirtiendo que la edad es diferente para cada persona, y que no depende tanto del número que hay escrito en nuestro carnet de identidad, sino de como nos sintamos nosotros mismos.
Nadie puede decirnos a partir de qué año somos o no mayores, ni hacernos temer traspasar un grupo etario concreto. La principal diferencia entre la segunda y la tercera edad es que, generalmente, en esta última aumenta el tiempo libre. Seguimos teniendo buena salud, ganas de estar activos, inquietudes y las condiciones físicas y mentales no son demasiado diferentes. Entonces, ¿por qué hemos de seguir estigmatizándola? ¿Por qué tenerle miedo a cumplir años?
Este cambio nos ayuda a llevar esta percepción un poco más allá, a ser conscientes de que aún estamos en otra de esas etapas de la vida y que podemos ser mayores, sénior o maduros, pero no somos viejos.