¿Puede afectar el envejecimiento demográfico a la presión fiscal de las grandes economías mundiales? La respuesta es sí. Y algunos de los principales organismos nacionales e internacionales nos llevan avisando años. Porque, aunque el creciente aumento de la esperanza de vida es una de las mayores oportunidades que nos brinda la sociedad moderna. La realidad, es que también supone un importante reto al que debemos hacer frente, antes de que sea demasiado tarde.
Entre esas instituciones, se encuentra la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que ha lanzado una última llamada a la acción a través de la publicación del informe “Financiar el futuro: el impacto del envejecimiento en los ingresos de todos los niveles del gobierno”. En este ejercicio, se han expuesto los posibles efectos a los que se enfrentan los diferentes países, como consecuencia del aumento de la población mayor, y algunas recomendaciones para minimizar su impacto en los ingresos estatales.
Más población mayor, más presión tributaria
En cuanto a cómo afectará el envejecimiento de la población a la recaudación tributaria de los países, se estudian dos líneas complementarias. Por un lado, el envejecimiento progresivo supondrá un crecimiento del gasto público, vinculado (en gran parte) a la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones y a los servicios públicos, como la sanidad o la asistencia a personas dependientes. Y, por otro, la pérdida de población en edad de trabajar se verá directamente reflejada en el descenso de los ingresos fiscales y de las cotizaciones sociales. Ambos, elementos fundamentales para la correcta financiación de dichas prestaciones y servicios.
Tanto es así, que se espera que estas consecuencias empiecen a ser notables ya en los próximos años (de aquí a 2040) y que afecten a los Gobiernos en diversos aspectos. Entre ellos, se verán amenazados los ingresos por salarios, los activos disponibles o los patrones de consumo; avanzando a diferentes velocidades en cada país, en función del envejecimiento de sus habitantes.
España, junto con otros lugares como Alemania, Grecia, Italia, Japón o Portugal, con poblaciones altamente envejecidas, se expondrán a crecimientos más bajos de sus ingresos públicos.
¿Cómo frenamos esa brecha?
Desde la OCDE proponen una serie de fuertes recomendaciones que pasan por aumentar la participación en la fuerza laboral o endurecer los gravámenes al consumo. En especial el IVA, incrementándose en los países que no cuentan con impuestos muy elevados y eliminando los tipos reducidos o superreducidos en los que sí los tienen. Y el IRPF, para que deje de estar orientado a la rentas de trabajo y se aumente el peso de los impuestos al capital y a los ingresos por pensiones.
Además, insisten en la importancia de no sesgar la carga fiscal para financiar el sistema de salud, pues esto podría desencadenar tensiones intergeneracionales. Sin embargo, recomiendan crear “una mayor dependencia de los impuestos sobre el capital, los ingresos de la propiedad y de las pensiones”, ya que los jubilados suelen necesitar más servicios sanitarios o de asistencia que la población activa.
La realidad dicta que, si no actuamos a tiempo, el aumento de la esperanza de vida tendrá consecuencias a corto plazo sobre todos los ámbitos de la economía. Y está en nosotros quedarnos quietos o actuar, apostando por alargar la vida laboral, abrazando las posibilidades que ésta nos ofrece y dándole la vuelta a un desafío que puede convertirse en oportunidad.