¿Cuántas veces hemos priorizado el valor de la experiencia? En cualquier momento de la vida lo enaltecemos y elogiamos como una ingente virtud. Sin embargo, cuando pasamos la barrera de los 55 años, parecemos estar inevitablemente encaminados a llegar al final de nuestra vida laboral y toda esa experiencia se disipa. Nos olvidamos del enorme valor que este colectivo puede aportar.
Responsabilidad, capacidad de negociación, red de contactos… Son solo algunas de las competencias que se adquieren con los años y que son tremendamente necesarias en el entorno laboral. La combinación de la experiencia, el compromiso y la trayectoria de los sénior, junto con los nuevos conocimientos y el empuje de los millenials, puede ser una fórmula perfecta para la productividad empresarial y el desarrollo de las personas. Apremia encontrar una fórmula que permita retener el conocimiento y aprovechar la experiencia, tanto del ámbito profesional, como la que otorga la propia madurez.
En este decálogo, reflejado en el Mapa de Talento Sénior de publicado por el Centro de Investigación Ageingnomics de Fundación MAPFRE, Íñigo Sagardoy de Simón, propone una serie de acciones inmediatas que nos pueden ayudar a proteger e impulsar todo este talento sénior.
1. Reforzar legalmente el derecho de la “igualdad generacional”. Es decir, asegurar la igualdad de trato y de oportunidades con independencia de la edad.
2. Reforzar la sanción de las conductas derivadas de “acoso por razón de la edad”. En este sentido, puede ayudar adoptar medidas preventivas que eviten la estereotipación y los prejuicios hacia las personas de mayor edad.
3. En las contrataciones públicas, ponderar como criterio de puntuación actuaciones empresariales que premien la atracción y retención del talento sénior.
4. Ampliar el contenido de los actuales Planes de Igualdad al ámbito generacional, incluyendo protocolos de acoso por razón de la edad, distintivos empresariales en materia de igualdad generacional y programas de mejora de la empleabilidad senior.
5. Establecer medidas para favorecer el acceso de las personas de mayor edad con reservas o preferencias de contratación. Ofrecer así más oportunidades al más de medio millón de desempleados mayores de 55 años que hay en nuestro país.
6. Establecer como criterios de fijación de grupos profesionales y de ascensos y promociones también el de la edad, evitando discriminaciones por esta razón.
7. Promoción de información y transparencia laboral con los representantes de los trabajadores referidos a colectivos de edad más avanzada. Y así puedan estar prevenidos de cualquier cambio y/o novedad que pueda influir en su situación.
8. Creación de ayudas y subvenciones específicas para el desarrollo de acciones formativas para profesionales sénior, casi siempre enfocadas a los empleados más jóvenes.
9. Modificación de la legislación de información no financiera (Ley 22/2015), incluyendo el deber de las empresas de informar sobre contrataciones y de acciones formativas a trabajadores sénior. Ya que, en estos casos, existe una notable tendencia de los empresarios a prescindir de los trabajadores de mayor edad.
10. Modificación de la legislación laboral para que se incluya la edad como un elemento de discriminación en relación con la formación de los trabajadores. Y que de esta forma puedan acceder (con orden prioritario o no) a todo tipo de cursos de formación.
Estas diez premisas no solo pretenden ser un impulso para la economía plateada, sino también un respaldo para que todos aquellos que quieran seguir trabajando, lo puedan hacer. Una forma de acabar con los prejuicios y empezar a empoderar y potenciar retener todo ese talento sénior, forjado en las experiencias, y al que no estamos dispuestos a renunciar.