Mientras nuestra sociedad envejece a pasos agigantados, cada día, se continúan descartando buena parte de los currículums sénior por el simple hecho de tener más de 50 años. El edadismo, y, con él, la discriminación por la edad, se ha convertido en el principal motivo de marginación en el mercado laboral, situándose por encima del género, la raza o la clase social.
Este tipo de discriminación, anticuada y basada en falsos estereotipos, sostiene que el envejecimiento supone para las personas un deterioro de sus capacidades físicas y/o psicológicas, el desfase de sus competencias o conocimientos y la aparición de diversas dificultades para encajar entre plantillas más jóvenes. Pero nada más lejos de la realidad.
La discriminación por edad: un mal injustificado
Hoy, cuidar el talento es más importante que nunca pues los años nos aportan algunas de las herramientas más importantes para desempeñar nuestros puestos de trabajo con la mayor eficacia. Los sénior atesoran la experiencia, la madurez, la capacidad de resiliencia o de adaptación al cambio, las redes de contactos y un fuerte sentido del compromiso. Descartar a profesionales tan valiosos por su edad es, definitivamente, desaprovechar el talento.
Y en el contexto en el que vivimos, donde la longevidad sigue aumentando y gran parte de la población ya cuenta con una esperanza de vida muy por encima de los 80 años, el edadismo en el mercado laboral no es más que un desafuero injustificado que debería desaparecer. Sin embargo, se sigue perpetuando.
Ser sénior todavía supone una barrera en el mercado laboral
Pese al valor de una visión más amplia del trabajo, con un recorrido largo y experiencia a sus espaldas, los mayores de 55 años se siguen sintiendo excluidos, tienen menos oportunidades laborales y son más propensos a estar más tiempo desempleados que los más jóvenes.
Tanto es así que, hoy, más del 24% de los empleados a nivel mundial reconocen haber presenciado (o sufrido) algún tipo de discriminación a consecuencia de la edad en su entorno de trabajo. Esta es una de las conclusiones del informe Cegos, “Diversidad e inclusión en las organizaciones: los retos relacionados con las habilidades de una transformación cultural”, que se examinan a lo largo de este interesante artículo del periódico Expansión.
La generación invisible que debería ser protagonista
Tenemos que dejar de condenar a las personas mayores a la invisibilización laboral para darles el rol principal que merecen. Los sénior no pierden las ganas, ni la motivación, ni, mucho menos, la capacidad de trabajo. Son líderes, tienen motivación y están empoderados.
Pero, para lograrlo, es vital derribar los falsos estereotipos, impulsar a las organizaciones y a las personas que las componen a abandonar las prácticas discriminatorias y reivindicar el verdadero valor del talento sénior para las empresas y la sociedad. Pues no hacerlo sería, además de un contrasentido demográfico y un peligro para la estabilidad del Estado de Bienestar, una pérdida de profesionales demasiado valiosos.
Convirtamos el talento sénior en un valor productivo. Y demos oportunidades a quienes las merecen, independientemente de su edad, su género, su raza o su clase social. Ese es el mundo en el que queremos vivir, y que seguiremos luchando por tangibilizar entre todos.