El filósofo Thomas Hobbes afirmó en 1651 en su famoso Leviatán que únicamente se puede llegar a una sociedad en paz si se acaba con las causas de la guerra. Por eso, para la catedrática emérita de ética Adela Cortina, no podrá afirmarse nunca que estaremos en tiempos de “post-pandemia” hasta que no se erradiquen las causas de todo lo malo que nos ha tocado vivir por el coronavirus.
Algunas de sus consecuencias son conocidas como la enfermedad o la propia muerte pero hay otras menos comentadas, como son la gerontofobia y el edadismo. Ya existían antes de la COVID-19, el edadismo fue acuñado por Robert Buttler en 1969 para definir la discriminación contra las personas de más edad y la gerontofobia es esa patología social que rechaza y maltrata a las personas adultas mayores. Pero la emergencia sanitaria ha hecho crecer las causas de estas lacras. Por desgracia lo hemos comprobado cuando se usó el criterio de edad en la desescalada o en el acceso a recursos médicos, por no mencionar la minusvaloración de las cifras de fallecidos porque eran personas de avanzada edad. Quizás debería haberse recordado esos días de marzo de 2020 que la dignidad no se pierde con la edad y con la falta de utilidad; por eso hay que acompañar y cuidar a las personas hasta el final de su vida.
Siempre podrán surgir situaciones que hagan resucitar el odio a los mayores, lo que importa es proteger a las sociedades frente a ellos. Y para lograrlo, Adela Cortina defiende la ética o la forja de un carácter, siguiendo la etimología del término ya que êthos en griego clásico significaba carácter. Por ello es preciso promover un carácter de las personas y de los pueblos que esté vacunado contra situaciones que vuelvan a provocar gerontofobia. De eso modo erradicaremos el edadismo y conseguiremos no solo respetar la dignidad humana sino también ser más inteligentes.
Estas situaciones son una lacra, es imposible que una sociedad digna discrimine a personas por pertenecer a un grupo de edad que a los supremacistas les parece repelente por esa sola característica. Pero además suponen una demostración de poca inteligencia ya que se desprecia la capacidad de producir y consumir de millones de personas (solamente en España más de 15 millones de personas mayores de 55 años que representan uno de cada tres españoles). Las personas de más edad son una enorme fuente de productividad: muchas familias dependen de los recursos de una persona mayor, miles de abuelos atienden, cuidan y educan a sus nietos, consumen una gran cantidad de recursos -no solo sanitarios- porque precisamente son la cohorte que tiene más medios económicos. Por no hablar de todos los nichos de empleo que pueden encontrarse en la conocida como economía plateada o silver economy en campos como el ocio, la vivienda inversa, la tecnología o los cuidados.
De este modo la economía cumple con su obligación de ayudar a crear buenas sociedades, como afirmaba el premio nobel indio Amartya Sen. No renunciemos a aplicar la ética en tiempos de pandemia no solo porque está bien sino porque además es inteligente. Gracias a la profesora Cortina por sus sabias palabras.
Iñaki Ortega Cachón
Doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).