España es uno de los países con mayor esperanza de vida del planeta. Su ubicación concreta en los rankings ha variado a lo largo de los años como consecuencia de situaciones excepcionales como la pandemia de Covid19, pero en todos ellos suele ocupar las posiciones más elevadas, siendo en muchas ocasiones el país de la Unión Europea en el que sus ciudadanos tienen vidas más largas y el segundo del mundo tan solo por detrás de Japón. No obstante, y lejos de lo que sería ideal, la esperanza de vida no se distribuye uniformemente entre las distintas zonas del país. La variación es muy amplia. De todas ellas, Madrid es la que presenta una mayor esperanza de vida al nacer.
El ejemplo de Madrid para toda Europa
En estos momentos, Madrid es, con una esperanza de vida de 85,4 años, la segunda región de la Unión Europea más longeva, según reflejan los nuevos datos recabados y publicados por la Oficina Europea de Estadísticas (Eurostat). Sus mujeres son las que más viven de la UE con una sorprendente media de 88,2 años, mientras que sus hombres se sitúan en la posición número cuatro con 82,8 años, solo por detrás de los hombres residentes en la región suiza del Cantón del Tesino, el archipiélago sueco de Aland y la región también suiza de lago de Ginebra. Unos números consecuencia, entre otros factores, de la calidad del sistema sanitario, la alimentación tradicional y el apoyo social.
Pero las buenas noticias no terminan ahí: como indican los mismos datos de Eurostat, la esperanza de vida en Madrid seguirá aumentando en los próximos años hasta convertirse en 2030 en la región más longeva de toda la Unión Europea. Para 2050, y siempre según las predicciones de los especialistas de la agencia estadística, la esperanza de vida de los madrileños rozará los 90 años. Aún con diferencias notables, este fenómeno tiene lugar también en otras regiones españolas: hasta siete de las 15 autonomías más longevas de la UE pertenecen a nuestro país. Una muestra de que los ingredientes fundamentales de la calidad de vida en la tercera y cuarta edad están muy presentes aquí.
El papel del antiedadismo en la esperanza de vida
Hemos mencionado antes factores como la calidad del sistema sanitario o la asistencia social. Sin embargo, no podemos permitirnos obviar el papel del antiedadismo en este incremento de la esperanza de vida. Después de todo, el edadismo es responsable parcial del aislamiento de las personas adultas mayores, de la inactividad laboral, de la falta de participación en proyectos de utilidad y, en definitiva, de su merma tanto física como mental y emocional. Los prejuicios asociados a la edad contribuyen a excluir a los seniors de la sociedad y, en ocasiones, a hacerles creer que no están capacitados ya para formar parte del mundo. Muchos terminan creyendo que sus vidas ya acabaron.
Y evidentemente no es así. Desde Fundación MAPFRE, y tanto con Ageingnomics como con muchas otras iniciativas, llevamos muchos años combatiendo todos esos prejuicios y tratando de revalorizar el talento y la existencia sénior. El incremento de la longevidad en Madrid y en el resto de regiones españolas es en cierto sentido fruto de este trabajo, en el que participan muchísimas más instituciones. La pasividad acorta la vida. La soledad acorta la vida. La falta de propósito acorta la vida. El hecho de que se extienda es indicativo de que estamos en el camino adecuado. Tanto en nuestra aspiración de extender la vida como en nuestra aspiración de hacerla más satisfactoria.