La nueva realidad de la pirámide poblacional española, que todos los expertos coinciden en que seguirá acentuándose en los próximos años y en las próximas décadas, requiere una transformación sociocultural: la población sénior no para de crecer en relación a la población joven, un escenario nuevo para cuya aclimatación primero hay que derribar una serie de mitos en torno a la vejez. Algunos de ellos proceden de la falta de rigor científico. Otros de unos estereotipos que han estado siempre ahí. Y otros de nuevos prejuicios surgidos a raíz de la hiperconexión de Internet y de un mundo obsesionado con la novedad y la juventud. Todos ellos, sin embargo, caerán paulatinamente por su propio peso.
La vejez conlleva un descuido de la salud y de la estética
Este es uno de los mitos más asentados en torno a la vejez: que el envejecimiento deriva en un abandono del bienestar físico y del aspecto. Sin embargo, y como indica el doctor en economía Iñaki Ortega, profesor de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), consejero asesor del Centro de Investigación Ageingnomics y coautor del libro La revolución de las canas, “el 77% de las personas mayores presta atención a su alimentación y más de la mitad realiza ejercicio físico y evita el consumo de tabaco y alcohol”. La conciencia acerca de la importancia del autocuidado, tanto en el plano físico como en el plano psicológico, ha calado por igual en todos los segmentos de la población. La vejez no invita a la dejadez. Más bien todo lo contrario.
La vejez imposibilita el aprendizaje de nuevas cosas
Otra mentira que ha penetrado muy hondo en la sociedad. No obstante, y según la opinión del neurocientífico Mariano Sigman, en su ensayo El poder de las palabras, “conservamos durante toda la vida la misma capacidad de aprender que teníamos cuando éramos niños, lo que sí perdemos es la motivación para aprender“. En el caso de los séniors, no porque no dispongan de curiosidad, no porque sean conformistas, sino porque interiorizan progresivamente el discurso de que no pueden asimilar nuevos conocimientos y, sobre todo, de que no sirve de nada hacerlo porque ya están en la recta final de sus vidas. De ahí la trascendencia de destruir este mito tan tóxico.
La vejez tiene capacidad para contribuir a la sociedad
Probablemente este sea el mito más inverosímil de todos. ¿Cómo que los séniors, que llevan toda una vida acumulando experiencias y saberes tanto en el ámbito personal como profesional, no pueden contribuir a la mejora de la sociedad? Es una ceguera colectiva que proviene del amor desenfrenado por la novedad. Nos cuesta mirar hacia atrás. Nos cuesta entender que las claves no siempre están en el futuro o en el próximo descubrimiento. Muchas veces está detrás. Y los séniors ya lo vivieron. Mantener este mito erigido nos está privando de unos talentos y de unas habilidades que podrían ayudarnos a que el mundo fuera muchísimo mejor de lo que es. Urge eliminarlo pronto.
La vejez genera un desinterés absoluto en la sexualidad
Algunos mitos surgen como consecuencia de la malinterpretación de ciertas realidades científicas. Y este es uno de ellos. Porque es un hecho constatado mediante investigaciones especializadas que la libido disminuye conforme se envejece, especialmente en el caso de las mujeres. No obstante, una libido más baja no implica ni mucho menos una libido inexistente. En este sentido, y con independencia de la edad, las personas pueden continuar deseando estar sexualmente activas toda su vida. Por desgracia, en la sociedad actual hemos desarrollado cierta aversión inexplicable a la sexualidad sénior. Como si fuera anómalo cuando en realidad es lo más natural del mundo.
La vejez merma la conciencia social de las personas
Este último mito resulta tan absurdo como todos los anteriores. En general, se piensa que la aproximación al final de una vida trae consigo un distanciamiento de la responsabilidad social. Como si los séniors pensaran algo así como “ahora que me quedan solo unas décadas aquí voy a comportarme de la manera más egoísta posible”. Y eso no tiene sentido. Al fin y al cabo, el compromiso social depende de la personalidad y no de los años que se tienen. De hecho, y como ya explicamos en el blog de Ageingnomics, los séniors parecen ser el segmento poblacional más interesado en la sostenibilidad y la ecología. Les importa el mundo que dejarán a los demás.