La edad cronológica se está convirtiendo en una rémora del pasado. Cada vez son más los expertos de todos los campos que diferencian la edad cronológica (la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento) de la biológica (la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento).
Algo que, por otra parte, siempre ha estado ahí, por ejemplo, cuando nos dicen «aparentas menos edad», en realidad nos están transmitiendo que nuestro aspecto (nuestros tejidos, pero también nuestra actitud) se mantenían mejor que la norma de nuestra edad. Pero ahora el estudio de la longevidad y la irrupción de la conocida como economía sénior lo están terminando de demostrar.
En el año 2010, los demógrafos Sergei Scherbov y Warren Sanderson trataron en un artículo publicado en Science de dar respuesta a cuándo se inicia la vejez.
Para ello acuñaron el concepto de edad prospectiva, que mide la vejez en función de los años que nos quedan de vida y no de los que ya hemos cumplido. La edad prospectiva se fija en las características personales, como por ejemplo la esperanza de vida restante. Estos autores proponen considerar que una persona alcanza la vejez a la edad en la que su esperanza de vida restante es de 15 años, independientemente de la edad cronológica que tenga en ese momento. Proponen medir así el envejecimiento y adaptar nuestras instituciones, por tanto, a los años que nos quedan de vida y no los que ya hemos cumplido.
La economía sénior también es un fenómeno reciente, trae su nombre de la voz latina senior, más viejo. Su contrario es júnior cuyo origen es también romance, de iunior, más joven. Ambas palabras se han revitalizado por influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al nivel de conocimiento del candidato. Un trabajador júnior es un principiante; un empleo catalogado como sénior es para un profesional que acumula experiencia. Los puestos de trabajo con esa seniority no se alcanzan hasta los cincuenta años y es por ello la edad en que comenzamos a formar parte de esa nueva economía. Un conjunto de oportunidades derivadas del impacto económico y social de las actividades realizadas y demandadas por la población mayor de 55 años.
En MAPFRE desde hace más de un lustro se lleva investigando en este campo hasta crearse en diciembre del año pasado en el seno de su Fundación un centro de investigación que ha tomado por nombre “ageingnomics”. Un neologismo que surge de la unión de las palabras envejecimiento (ageing) y economía (economics) para defender que los efectos producidos por el alargamiento de la vida podrían más que compensar los negativos y propiciar un estímulo al crecimiento económico. Algunos hallazgos del nuevo centro de investigación nos ayudan ya a acabar con el mito de la edad cronológica. La mayoría de los séniors españoles compran por internet, usan banca electrónica, hacen ejercicio y apenas van al médico, a pesar de lo que dice su DNI. Por eso se acerca el día en que no nos pedirán el documento de identidad para conocer nuestra edad sino simplemente cuál es nuestra actitud ante el resto de vida que nos quede por delante.
Parte de este texto forma parte del debate DIALOGO ABIERTO. PROGRAMA PARA UNA SOCIEDAD LONGEVA promovido por el CENIE (centro internacional sobre el envejecimiento)
Iñaki Ortega Cachón
Doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).