El profesor americano Robert Pogue ha acuñado el término «juvenescencia». El investigador de la Universidad de Stanford pretende con esa nueva palabra acabar con la tradicional percepción negativa que hay sobre el proceso de alargamiento de la vida que vivimos en todo el planeta. “No seremos viejos más tiempo, sino jóvenes más años”. El masivo envejecimiento de la población, en realidad supone una buena noticia que muchas veces se esconde en los titulares catastrofistas como los de estos días con motivo del debate de la subida de pensiones.
Sin darnos cuenta, ha surgido un nuevo grupo social a medio camino entre la edad adulta y ser un anciano. Un proceso imparable de rejuvenecimiento de la población. Los números no son complicados de hacer. Si cada año -nos dicen los demógrafos- ganamos tres meses a la muerte, porque eso es lo que, grosso modo, viene aumentando la esperanza de vida en las últimas décadas, podría calcularse exactamente cuánto es ese suplemento de vida y, de paso, obtener algunas conclusiones. Una persona de 60 años que se ha beneficiado de este extra durante las últimas cuatro décadas tendrá 120 meses nuevos a su disposición; es decir, 10 años de media para restar a la edad cronológica.
Por eso cada vez son más los científicos que diferencian la edad cronológica (la edad que se tiene por el calendario o la suma de años que han transcurrido desde el nacimiento) de la biológica (la edad que tienen los sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal funcionamiento). Por lo tanto, en un mundo en el que la ciencia no duda de que haya mayor calidad de vida, la edad cronológica se está convirtiendo en una rémora del pasado.
Hay algunos científicos, como el profesor de la Universidad Harvard e ingeniero molecular George Church que incluso creen que seremos jóvenes hasta la muerte. Si ya podemos revertir una célula en el laboratorio, pronto lo podremos hacer dentro del organismo. En su libro Regénesis afirma que estamos en condiciones de afirmar que al menos hasta los 55 años, el ser humano se ha independizado de la edad como causa probable de fallecimiento. Es más, en las próximas décadas veremos que esta disociación será cada vez más elevada, y en el medio plazo, en términos de evaluación de riesgo de fallecimiento será indiferente tener 30 o 65 años; y, a largo plazo, podríamos incluso hablar de 85 años.
En Japón, la Sociedad Gerontológica y Geriátrica ha puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de los 65 desde el punto de vista de la biología y ofrecen argumentos a favor de redefinir el concepto de vejez. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las personas de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar como viejos a los sexagenarios actuales.
Antonio Abellán, investigador del CSIC, junto a otros demógrafos y estadísticos, suscribe la tesis de que la entrada en la vejez esté marcada por un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser o no ser viejo no depende de la edad que pone en el carné de identidad, sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir. En este sentido, y usando la línea argumental de los japoneses de que no hay razones biológicas para que la vejez comience a los 65 años, Abellán sostiene que, según las tablas de mortalidad oficiales, a los españoles de 65 años, por ejemplo, les quedaban 21 de vida en 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar como «viejas».
A nadie se le escapa que mantener el umbral fijo de la vejez a los 65 años o sustituirlo por uno dinámico en función de la edad prospectiva tiene importantes consecuencias económicas y jurídicas, también complicaría algunos análisis comparativos, económicos y poblacionales. En esta reflexión no quiero ir tan lejos sino simplemente poner negro sobre blanco estos datos para resaltar la oportunidad que puede suponer para algunos sectores tractores de la economía española, entre ellos el turismo. Quitar carga negativa al envejecimiento proporcionaría una imagen más realista de un amplio colectivo de personas que además como los sucesivos informes del Centro de Investigación Ageingnomics han demostrado, disfrutan de una muy relevante capacidad económica acompañada de un profundo optimismo.
En España el sector turismo ha sido este año 2022 fuente de buenas noticias. Gracias a su dinamismo nuestro país terminará este año con crecimiento en el PIB porque han sido capaces de volver a los guarismos previos a la pandemia. Ahora se abre un nuevo nicho para seguir creando empleo en el sector turístico español y es esta juvenescencia de la que estamos hablando.
Oxford Economics ha estudiado para España este potencial y ha aportado algunos datos sobre los que merece la pena reflexionar. Ya casi el 40% de todos los turistas que visitan España tiene más de 50 años y uno de cuatro directivos en nuestro país superan esa edad. Al mismo el catedrático Rafael Puyol en sus Mapas del Talento Sénior recuerda que son más de 4 millones de sénior los que siguen trabajando y por lo menos hay un millón de profesionales autónomos que superan los 50 años en España. Al mismo tiempo y gracias al acelerón que supuso el confinamiento pandémico y según diferentes analistas, en 2025, el 45% de las personas trabajará en remoto. Personas mayores que siguen viajando, tienen ingresos y además cada vez mayor libertad de movimientos, porque la salud, la tecnología y la independencia económica y profesional se lo permite.
En el mundo anglosajón les han llamado los “time owners”. Los sénior son dueños de su tiempo, ya no dependen de servidumbres profesionales o familiares De estas cuestiones se debatió hace justo un año en el seminario de Fundación MAPFRE Guanarteme dedicado al turismo senior con diferentes especialistas. La buena noticia es que las iniciativas pioneras en este campo ya no vienen de fuera de las fronteras de nuestro país, sino que ha sido Canarias quien ha lanzado una campaña para atraer a profesionales mayores de 55 años del Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Bélgica entre otros. El argumento de Turismo de Canarias es el efecto antienvejecimiento del que gozan las islas y que para beneficiarse de ello se pueden pasar largas estancias en la que se concilie ocio, trabajo y salud. El anuncio de televisión que ilustra la campaña defiende que allí la vida se alarga y el reloj se detiene. La ciencia, como se ha demostrado en este artículo les da la razón porque estamos ganando años a la vida y frenando el envejecimiento; esperemos -por el bien de nuestra economía- que también consigamos demostrar con realidades que este proceso tiene consecuencias igual de positivas en nuestras empresas y en el empleo.
Doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)